CUENTO PARA PONER CORAJE - Capítulo Uno

Valiente, la niña roja se acomodó en su puesto. Todo puesto ahí: puerta a la derecha, puerta a la izquierda, puerto cruzando el horizonte. Puesta la música, expuesto el panorama, hecha la apuesta, se dispuso a recibirlo.
El muchacho que se había puesto en mira era en verdad apuesto. Ahí estaban, cada uno de su lado del puente, cada uno con su puerta a la derecha, su puerta a la izquierda, su puerto cruzando el horizonte.
"¡Prudencia!", gritaba pudorosa la voz violeta de la niña roja.
"¡Prueba!", blandía el gesto acaramelado del púbero anís.
"No sé hablar con música, no sé hablar con música."
"Cantemos más suave, cantemos más fuerte."
"¿Sabés pronunciar?"
"¿Podés rescatar?"
"¿Querés pruebas?"
"¿Supervivencia?"
"Anís, anís. Pies de Anahí."
"Osiris. Iris. ohm. Ra."
"Ah, ahora entiendo. Como los Beatles: SHA GURU DEI VA - OHMMMM."
"Algo así, pero no exactamente."
"¿Hay pruebas de lo exacto?"
"El acto anterior."
"Pero ya no existe. Si es acto, es ahora. ¿Cómo puede el acto ser prueba?"
"¿Prueba o puerta?"
"Puente."
"Auhm. Eso sí."

¡Cuánto prurito se proyectaba ahí!

(Quisiera provocarlo con parafernalia exótica. Quisiera desparasitarme de la prudencia corajuda. Quisiera probarme con una canción pirotécnica.)