Vitrina de arte en Saint Gilles - BXL
Mis escritos.
Eva entra al supermercado de los chinos con Sandra.
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Departamento de Eva y Adán. Adán está tocando el cello, componiendo una melodía que escribe y corrige en un papel. (Esta acción ocurre con un playback sonoro que el actor deberá interpretar con exactitud). Alrededor suyo hay cortinas transparentes, pueden ser de celofán, de gasa o de plástico, una cortina de tiras que forman un círculo que lo rodea.
Transcurridos algunos minutos, entra Eva.
EVA
Qué garrón tener que interrumpir el cuelgue con la puesta de sol para hablar con
ADAN
(interrumpiendo recién ahora su acción)
¿Cuál es el problema?
EVA
El problema es haber tenido que comunicarme con ella justo en ese momento. En ese momento no quería hablar con nadie, estaba muy bien en silencio. Y menos con la vecina que menos onda tiene y con la que compartimos la pared.
ADAN
Sí, es más falsa esa mina… Anoche llamó y cortó tres veces mientras estaba tocando.
EVA
Bueno, pero sabés que de noche no se puede tocar.
ADAN
Pero la inspiración no tiene hora, lo sabés.
EVA
Si fueras más disciplinado podrías educar a tu inspiración.
ADAN
Y vos, ¿estás practicando?
EVA
Poco.
ADAN
Ah. Vení, dame un beso y sigamos cada uno con lo suyo, ¿dale?
EVA
Dale. (le da un beso. Adán retoma la acción del violín) Podría ir a comprar algo para
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Eva está en la terraza del edificio donde vive, de tres pisos y pocos departamentos, situado en el límite que separa el barrio de Belgrano del barrio de Coghland. Subió a fumarse un porrito y a mirar el atardecer poniéndose en el fondo de la ciudad. Está inmersa en sus cavilaciones hasta que una vecina entra a la terraza a descolgar la ropa. Como Eva está en un lugar no visible para el que entra en la terraza (está subida al tanque de agua, que está justamente encima de la puerta) y la puerta está abierta y con la llave puesta, la vecina al entrar mira el espacio, tratando de encontrar a alguien. Es evidente que hay alguien en la terraza, pero no está a la vista.
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La niña roja a veces perdía la voz. Se quedaba cantando mucho tiempo en un lugar, embelesada por un paisaje, por un rinoceronte, por una boca de subte, por un golpe de suerte. Cantaba y cantaba y de pronto se iba y cuando llegaba al siguiente poste de luz ya no tenía su voz para seguir cantando. Iluminación no era lo que buscaba, no.
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Me voy a cortar el pelo y me encuentro con un peluquero.
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Ella, la niña roja, cree en el intercambio de energías. Cree que aunque no pueda decir la palabra indicada para hacer sentir mejor a este ser en pena que encontró en su andar rodado, el solo encuentro, la sola compañía, generan un fluir sutil que ejerce su influencia entre los dos seres que intentan comunicarse.
"¿Seré la última poetisa del existencialismo?", se preguntaba a veces. "¿Seré la reencarnación de una bruja quemada en la hoguera en el siglo XV? ¿O será que soy demasiado ambiciosa?"
Se preguntaba esas cosas, y creía en el intercambio energético.
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